Luna era pequeña y frágil, verla y adivinarla doliente era todo un mismo instante, tenia el encanto raro y morboso de un gemido y el dolor inerte de una lagrimita al caer, una pena constante que busca ser calmada, un llanto silente que busca el hombro tranquilizador, esa, esa era su pose, su gesto, su encanto, su cliché.
Viento se dio el trabajo de ver mas allá del gesto y la mueca, vio , miro y descubrió en ella a la persona, rescato sus formas y sus colores, la hizo dueña de sus sonidos y sus silencios; intento no morir en el sopor de sus conversaciones y no enloquecer con los intrincados coqueteos que la lógica puede hacer en un pensamiento que busca volver a su estado de lamento permanente.
Viento y Luna se encontraron, se aguantaron, se calmaron y se podría decir que se ayudaron; cual simbiontes caminaron sin rumbo dando golpes y porrazos en ese pequeño espacio común que encontraron entre ellos y al que trataron de nombrar felicidad; pelearon contra sus negaciones, diferencias y contra su sentido común; Viento siempre apurando los tragos amargos y paladeando los dulces, irreflexivo incansable; irresponsable. Luna, cual reflejo, haciendo lo contrario, solazándose en el desencuentro, paladeando la pena, el error, el dolor y viviendo los ratos felices como si se trataran de momentos ineludibles de respiro breve para regresar a lo verdaderamente importante, el sentirse miserable por la breve felicidad.
Luna y Viento se separaron para siempre, a urgencia y desesperación de luna, que vio claramente que mas allá de su pose y su cliché de Magdalena, la felicidad podía aun trazar un camino hacia ella; decidió que debía alejarse de Viento, ya que el agridulce sabor que de él bebía, confundía el tan anhelado sabor a dolor que sus lagrimas tenían. Entendió que sin él en su vida, su pose, su gesto, su cliché permanecerían eternos.
Que libre de emociones honestas, y de cualquier intento de redescubrirlas, lo que era importante para ella: la queja por lo que no tiene, el remordimiento por lo que no supo mantener y la conciencia del tiempo perdido; serán dulcemente eternos y en su imagen obtendría por fin el reconocimiento de aquellos a los que nunca antes les importo.
Viento, siempre breve, impredecible y fugaz entendió que por mas que los tragos amargos se apuren, el sabor a dolor puede durar varias vidas, que el regocijo de un momento dulce puede ser mas breve que la conciencia de mantenerlo. pero en su naturaleza esta el fluir, correr y olvidar.
La única sentencia inapelable la dan las palabras que se dicen buscando herir; y en ellas encuentra el cariño las cadenas mas pesadas.
* Titulo prestado de la cancion “Un mundo raro” de JOSE ALFREDO JIMENEZ, cuya letra es otra forma de contar esta historia.
y las bellas fotos son prestadas de: http://www.misrelatos.es y http://vivapy.wordpress.com; Gracias
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